Debo reconocer que lo que más me llena de la enseñanza es aprender de los alumnos. En cada pregunta, en cada duda, incluso en cada error de la persona que se esfuerza en aprender, halla el buen profesor los materiales con los que construir y mejorar su aprendizaje. Desde hace más de 20 años ese ha sido mi afán: aprender a enseñar escuchando a los alumnos, adaptándome a sus necesidades y a sus conocimientos, ampliar los suyos y los míos mientras nos sumergimos en cada nuevo universo tejido con palabras que representa todo idioma.
Desde el año 2000 soy filólogo clásico, formación que antecedió al máster como profesor de español que cursé varios años después, y que me permite acercarme a la lengua cervantina auscultando etimologías y pasear con los alumnos por las raíces y las fragancias de la lengua.
Con el objetivo de adaptarme a los tiempos, realicé también algunos cursos para optimizar, en la medida de lo posible, las clases en línea, sin menoscabar en modo alguno la importancia de la retroalimentación mencionada líneas arriba, convencido de que el diálogo entre profesor y alumno será la mejor herramienta para lograr la meta: habitar el universo de un nuevo idioma.
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